Francis y el gnomo

Aun recuerdo su sonrisa; su peculiar manera de estremecerse al reír era mucho más gracioso, creo que nunca la comprendimos por completo, era una niña introvertida y a veces no le prestábamos la suficiente atención; pero como muchas cosas en la vida, uno no se da cuenta de sus errores hasta que es demasiado tarde, hasta ese día, sentíamos que ella era simplemente una niña solitaria con demasiada imaginación, que nos inventaba historias para llamar la atención, ahora creo que no es común ver a una niña solitaria tan alegre.

Cuando vivíamos en la ciudad, éramos una familia de lo más común, nuestro hijo Bobby iba a la secundaria, y como cualquier adolescente le fue muy duro el cambio de ambiente, dejar atrás a sus amigos, sus lugares y costumbres para venir a un lugar diferente lo hicieron, pues, como dirían los maestros, un niño rebelde. Cuando vives en la ciudad los únicos árboles que ves son en los parques, en cambio en este pequeño pueblo tenemos un gran bosque justo detrás de nuestra casa, era un cambio drástico de ambiente.

Para Francis nuestra pequeña de cinco años, la diferencia de lugares fue más drástico, ya que antes podíamos dejar a la niña en la guardería y así ella conocía y jugaba con más niños, pero ya no podíamos hacerlo, y pasaba casi todo el tiempo en la casa, jugando con sus muñecas o en el patio con Rex, nuestro pastor alemán.

Nuestro antiguo departamento en la ciudad era pequeño e incomodo para todos nosotros, tuvimos oportunidad de viajar a los suburbios y obtener una casa en una pequeña comunidad al norte y la casa, ¡ah, esa casa era hermosa!, cuando la vimos supimos que era nuestro hogar ideal, con un hermoso jardín frontal, unos cuantos escalones en la entrada con su porche, pisos de madera, una gran sala familiar y un amplio patio trasero que al pasar la blanca reja daba a un exuberante bosque, tupido de pinos y encinos, el panorama era espectacular, el olor era grandioso y muy tranquilo, a pesar que teníamos varios vecinos.

Nuestros primeros días ahí fueron bastante cotidianos, ajustándonos a nuestra nueva vida sentíamos la libertad que brinda los suburbios, sin prisas y el ruido extremo, saliendo del área residencial al poco tiempo hay un sector comercial donde instalamos el consultorio dental, a no más de quince minutos de nuestra casa, era perfecto.

El autobús escolar pasaba por Bobby por la mañana y lo dejaba en las tardes, es cuando tenía que salir e ir a ayudar al consultorio a programar citas, limpiar instrumentos etcétera, mientras buscábamos a alguien quien pudiera ayudar de tiempo completo, aunque encontrar a un buen candidato se hacia más difícil.

Un día llegamos a la casa después de cerrar el consultorio como de costumbre, y Francis estaba inconsolable, llorando y gritando; Bobby la sostenía preguntándole que había pasado. Al vernos corre hacia mi esposo y le dice con lagrimas y suspiros que un monstruo se había llevado a Rex, solo decía eso, un monstruo se lo había llevado. Bobby no había visto u oído nada, excepto unos ladridos de Rex que no era tan raro, les ladraba a las ardillas y pájaros que salían del bosque todo el tiempo.

Al salir al patio empezamos a llamarlo, silbándole y gritando su nombre pero era demasiado oscuro para ver algo, después de unos minutos desistimos, bien se pudo haber brincado la cerca al ver algún animal o un gato salvaje, pero Francis insistía que un monstruo se lo había llevado, un gran y peludo animal, llegamos a pensar que un oso podría haber llegado hasta el borde del bosque, pero nunca supimos que fue del pobre Rex, simplemente desapareció esa noche para nunca más volver.

Un par de días pasaron y nuestra pequeña niña se sentía abandonada, su nuevo mejor amigo se encontraba desaparecido y aburrida se sentaba a ver la televisión por un tiempo, antes de quedar dormida en el sillón, ya no gustaba de salir e incluso temía ir al patio pues decía que el monstruo se llevó a Rex podía volver.

Uno de tantos días, estando en la cocina, escuche el alegre jugueteo de Francis, otra vez como si Rex hubiera estado con ella, al buscarla, vi que se encontraba sentada en el jardín trasero, con una gran sonrisa en su rostro, inmediatamente busque al perro, pero no estaba; ella reía inconteniblemente, le pregunté:
-¿Francis, donde esta Rex?- ella, levemente volteando su mirada al suelo respondió:
-No lo se, pero mi amigo dice que esta bien, que lo ha visto perseguir las ardillas en el bosque.- dijo de manera calmada moviendo un pie en el pasto.

Al escuchar esas palabras me asusté terriblemente, una sentimiento de escalofríos recorrió mi cuerpo, ¿con quién había estado hablando?, ¿quién era este amigo? ¿alguien ha estado viniendo a nuestra casa y ha hablado con mi hija?
-¿Dime Francis, con quién has estado hablando, es algún vecino o alguien que jamás has visto?- le pregunte nerviosamente.
-No.-, respondió ella, -Nunca lo había visto, pero dice que ha vivido aquí por muchos años, es un enanito del bosque, vive dentro de un gran árbol y tiene una ardilla de mascota.-

Al escuchar su explicación, me sentí confundida, pero al platicarlo con mi esposo aceptamos que la imaginación de un niño es un motor excepcional y que a falta de su mascota, lo más razonable es que haya inventado un amigo imaginario para acompañarla.

Supongo que es algo normal para un niño que se encuentra sin amigo de su edad puede resultar un tanto difícil vivir así y crear compañía por medio de su imaginación no es algo tan descabellado.

Por las mañanas, a veces la observaba desde la sala, como jugaba alegremente en el jardín con su juego de te, sus muñecas y Godo, su amigo imaginario. Algunas veces me perdía solo viéndola, ahí sentada en su pequeña silla de plástico rosa con flores amarillas, como servía ese te imaginario a sus amigos, como reía y se divertía con su enorme imaginación.

Un preparaba la comida para la familia, momentos antes de que Bobby llegara de la escuela, Francis llegó con una hermosa flor lila, al enseñármela dijo que Godo se la había regalado, primeramente me pareció tierno y después pensé que los vecinos se podrían molestar por romper sus flores. Más tarde mi curiosidad aumentó debido a que no encontraba alguna flor similar cerca del jardín, la flor lila despedía un aroma muy peculiar y abundante, pero no podía ver de donde Francis la pudo haber tomado; fue muy extraño pero no pensé más en ello.

A veces, siento que es mi culpa, por no prestarle suficiente atención a los pequeños detalles que pasan frente de mí, ahora que lo pienso, desde un principio pudimos evitar…

-Por favor, continúe.- Dice el oficial de investigación, quien toma mi declaración de los hechos, mi historia, aun con lo descabellada que suena; todo lo anota en su pequeña libreta negra… seguramente escribe “loca“, una y otra vez.

Hasta que un día llegamos por la tarde del trabajo, y ahí estaba ella; esa fue la última vez que la vimos; se encontraba en el jardín bailando en el pasto, movía sus manos al compás de una música de flauta, su cabello suelto ondulaba con el aire y en su cara se veía una gran sonrisa.

Al voltear quedamos pasmados que bailaba con alguien, una pequeña figura tocaba la flauta enseguida de ella, sus pies subían y bajaban, vestía con ropas holgadas de color café con un chaleco rojo, tenía un sombrero en forma de cono azul y grandes patillas, no era más alto que Francis, pero parecía un viejo, su cara arrugada y boluda nariz eran muy llamativos. Al ver esto, entramos en pánico y llamamos a Francis; mi voz casi no salía y sentía una gran presión en mi estómago.

Al gritar, el pequeño hombre volteó dejando de tocar su flauta, sus ojos negros hundidos en su arrugado rostro apenas se notaban, pero al vernos hizo una mueca con una siniestra sonrisa; Francis volteó a vernos, y su feliz rostro se convirtió en una expresión de dolor al sentir que esta criatura la sujetaba del brazo, en nuestra desesperación corrimos por el pasillo hasta la puerta del patio, pero el hombrecillo la tomó en sus brazos y con un gran brinco la llevo consigo hasta las inmediaciones del bosque; la pequeña Francis nos miraba y alzaba su brazo para que la ayudáramos, pero inmediatamente se sumergieron en la oscuridad del espeso bosque… esa fue la última vez que la vimos, a nuestra pequeña y querida Francis.

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